sábado, 25 de julio de 2015


El vuelo de los ángeles.

23 de Septiembre de 2005. El bus avanzaba a 100km/h, pero a mí me parecía lentísimo. Sudaba frío y mi corazón latía muy rápido, dándome la impresión de que iba a explotar en cualquier segundo. Aún no entendía bien que sucedía y como habían acontecido los hechos, solo me remitía al mensaje que pocos segundos antes había aparecido en la pantalla de mi celular: “La Marion está muerta”.  ¿Qué cresta había pasado? Yo venía viajando de Malloco hacia Santiago. Intenté llamarla a su celular, pero como era obvio nadie contestaba. Me bajé en estación central y corrí hacia el metro para ir en dirección a la zona norte, donde ella vivía. Bajé del metro para tomar la micro que me llevaría hasta su casa. Como iba vacía, me senté al fondo y prendí un cigarro tras otro. El chofer no dijo nada. Marion estaba en Francia. ¿Qué le había pasado? ¿Sería real todo lo que sucedía? ¿Habría sido por motivo de él y lo que había pasado acá en Chile sólo unas semanas antes? ¿Habrían sido las diferencias con su papá? Todo daba vueltas a mil por hora en mi cabeza. Esta wea tenía que ser una broma del peor gusto, pero ella no me enviaría un mensaje de ese calibre intentando hacer una broma. ¿Y si alguien le había sacado el celular en el colegio para vacilarme? Eso explicaría porque no contestaba mis insistentes llamadas, no, que Marion hubiera muerto en realidad también explicaba perfectamente porque no me contestaba el celular. “Cresta, ¿Qué hago?”, pensé.  Después de lo que me pareció una asquerosidad de eternidad de viaje, llegué a Conchalí. Bajé en independencia y corrí hasta su casa. Al llegar, estaba ella ahí, con la expresión más desgarradora que se pueda imaginar, sus ojos llenos de lágrimas y aún así intentando dedicarme una sonrisa. La abrace para intentar consolarla, después de todo su hermana menor estaba muerta. ¿Qué se hace en esos casos? ¿Qué es lo que puedes decir para ayudar a aminorar el dolor? Sólo me limité a un frío y estúpido “Lo siento mucho”. Dos de sus amigas me dijeron que saliéramos a fumar y la dejé a ella con su mamá.
Resulta que Marion había saltado de un 11avo piso junto a su mejor amiga allá en Francia.  No hubo carta de despedida, no existieron motivos conocidos para la policía o los familiares del por qué de esta tragedia. Se encontraban en un carrete en el departamento de un amigo de ellas, según los testigos, no hubo motivo, se pararon, se tomaron de las manos y corrieron hacia el balcón que daba directo al vacio sin decir ni una sola palabra. Luego supimos que los diarios parisinos titularon el hecho como “El vuelo de los ángeles”.
Con el correr de la investigación se encontró una nota en el pantalón de Marion que decía: “No pude olvidar”. Yo y Daniela supimos de inmediato qué significaba esa corta frase. Lo que paso esa noche del 8 de Agosto no la dejo de seguir nunca más, hasta que decidió que era hora de volar.

Por favor, rebobinar

25 de Septiembre de 2005. El efecto mariposa, la teoría del caos, ley de Murphy. Llamémosle como se quiera. Todas apuntan a situaciones y circunstancias en las que tenemos poco o ningún control. Ciertamente existen hechos o pequeños detalles que pueden definir una vida completa, es impresionante como he aprendido repetidas veces esto en mi viaje. El detalle más mínimo, como por ejemplo tomar una micro e ir a buscar a alguien en vez de que lo haga otra persona, puede salvar una vida, puede reescribir una historia, se puede generar una vida completamente distinta. Quisiera apretar “rewind” y cambiar las cosas, haber salvado a Marion, y tal vez, seguir con Daniela. Sólo necesito unos minutos, solo tengo que decirme a mí mismo: “Si, es importante, toma esa micro y anda a buscarla, no sabes cómo cambiará tu vida, puedes salvarlas” Sólo ese corto diálogo cambiaria muchas cosas, vidas enteras. Pero lamentablemente ni existe ese botón ni estuvo en mis manos salvarlas. La cicatriz en el dorso de mi mano con la marca del cigarro apagado directamente en la piel no se borrará nunca.
Cuando las personas me dicen que tenga éxito, que todas las cosas están en mis manos y que si pongo el suficiente empeño podre volver las circunstancias a mi favor, o como dice el escritor paulo coelho: “el universo conspirará a tu favor”. Mis weas, jamás controlaremos la situación, por falta de información, por falta de recursos, por falta de motivación. Quién  se crea con tanta omnipotencia y omnipresencia es un idiota.
Hoy sé que lo mejor que puedo hacer es fluir y adaptarme.

Requiem por una venganza

Ahí estábamos los dos, él atado a la silla con la mordaza en la boca, yo de pie frente a él, con el revólver en la mano. Me acerque a bajarle la mordaza para que pudiera hablar cuando despertara.
Adolfo, un gran amigo, me había dado las llaves de ese galpón abandonado en panamericana. Tal como en una película, había un foco iluminando su cabeza y el resto de la habitación estaba en penumbras. El cloroformo aún hacia su efecto en él, estaba inconsciente.
Deje el revolver sobre la mesa. Y fui por el cuchillo carnicero, si iba a hacerlo, el hijo de puta tenia que saber porque estaba ahi y tenia que sufrir.
No era el plan perfecto, en algún punto la policia iba a dar conmigo. Eso me importaba un carajo. Era un viaje sin regreso directo a un acantilado. No iba a pasar años en la carcel, asi que como él, yo estaba jodido.
Me sente a pensar que haria, mientras se iban los efectos del cloroformo. Me acorde de ellas, mas que nada de Marion, ¿Qué me diria si estuviera ahi conmigo? ¿Me apoyaria, o me diria que todo lo que estaba haciendo no hacia nada mas que llevarme a una inutil muerte?
Es cierto que muy en el fondo de mi razon sentí que estaba haciendo esto por una satisfaccion personal, no por vengar el suicidio de Marion, no por vengar a Daniela. Algo en mi cabeza me decia que era para satisfacer mi sed de venganza, por mas que yo intentaba autoconvencerme de lo contrario.
-¿Que mierda, donde estoy?, le oí decir
Levante mi cabeza para mirarlo, su cabeza cubierta con una capucha volteaba de izquierda a derecha freneticamente.
- Contestenme por la mierda, ¿Dondé estoy?
Me acerque lentamente y le pregunte:
-¿En serio no tienes idea de porque estas aca?
- Weon sueltame, que chucha te pasa enfermo de mierda...
- Pense que eras mas inteligente, encontrandote en una situacion asi, me hablas de ese modo, pase muy despacio el cuchillo por su garganta.
- Cobarde culiao', sueltame y vemos como te va.
Puse más presion en el cuchillo, haciendo un pequeño corte y dejando en silencio al muy imbecil. ¿Por qué lo estaba disfrutando tanto? ¿Acaso porque él me estaba dando la razón al demostrarme que el mundo estaria mejor con un cabron menos como él?
- Si vas a matarme, por lo que sea que tu enfermo cerebro piensa que debo morir, hazlo luego maricon.
- Si piensas que voy a darte ese gusto, eres mas estupido de lo que pense.
Volvi a la mesa, tome uno de los cinturones que habia ahí. Regrese y se lo puse en la pierna a modo de torniquete.
- ¡No, por favor!
Clave el cuchillo sin titubear y lo giré para abrir más aún la herida.
Grito con la boca cerrada, era un tipo duro, eso tenia que reconocercelo.
- ¿Que wea te hice para que me hagas esto?
- A mi nada directamente... Pero alguien a quien quise mucho murio por tu culpa, y alguien a quien amo quedo muy mal por tus actos, y creeme que todo tiene un precio en esta vida.
- Pero que mierda weon, que cresta...
¿De que chucha estay hablando?
- La noche del 8 de Agosto, cuando saliste con Marion y Daniela a la Blondie... ¿te acuerdas ahora?
Guardo silencio por varios minutos, seguramente recordando todo y planeando sus próximas palabras para intentar salvarse de lo que sabia, para él, era un callejon sin salida. Me apresuré a sacarlo de su cavilacion enterrando el cuchillo en su otra pierna. Esta vez grito lo las fuerte que pudo.
- No seas tan basico, ¿Crees que estaria haciendo esto sin ponerte una mordaza si supiera que alguien puede escucharte?
Con lo inesperado de mi reaccion olvide poner un torniquete en su otra pierna, pero aun asi duraria lo bastante como para seguir haciendolo sufrir.
Le saque la capucha, tome una silla y me puse frente a él.
-¿Tú?
- Si maricon, yo...

Volvi a la mesa y tome el revolver
- ¿Que piensas hacer weon? Calmate, hablemos, yo te puedo explicar todo. Marion me dijo que ella hacia ese tipo de cosas todo el tiempo, no fue mi culpa, y Daniela solo se nos unio...
- Solo tenian 14 y 16 años ¿Esa es tu mejor justificacion?
- Pero weon si estabamos todos drogados y curados
- Tienes 31 años...
Lo mire unos segundos y meti mi mano en mi bolsillo. Saque la cajetilla y prendi un cigarro. Fume mientras me decia todo tipo de cosas para que lo perdonara. No puse atencion a ninguna de ellas. Al acercase las ultimas fumadas, tome su mano y la gire para que el dorso quedara hacia arriba.
- Te devuelvo la cicatriz. Apague el cigarro directamente en su piel.
Acerque el revolver a su entrepierna y aprete lentamente el gatillo, vi como se retorcia, como gritaba y lloraba por el dolor.
Sollozaba con la cabeza baja, los ojos cerrados y murmurando algo que yo no entendia. Me diriji a la entrada del galpon, ahí habia dejado un bidon con bencina. Rocie todo el contorno del galpon. Él ya no podia prestar atencion a la realidad, el dolor no se lo permitia.
Es gracioso, en vez de pensar en mi familia, en mis amigos, en mis sueños, en todo lo que dejaria atras. Ni siquiera pensé en Daniela, es decir, si lo hice, pero por sobre todo estaba mi sentimiento de satisfacción. El hecho de saber que habia podido acabar con ese cabron. Saque mi cajetilla para fumar mi ultimo cigarrillo.
- Por la mierda, esta vacia, pense.
Mauricio ya estaba inconciente por la perdida de sangre. Meti mi mano en uno de sus bolsillos. Tome la cajetilla bañada en su sangre y saque uno de los cigarros en su interior, lo prendi y lance el encendedor de mecha hacia el camino que habia hecho con la gasolina por todo el contorno del galpon.

Así de perfecto sucedio todo en mi mente, en la realidad, me limite a mirar desde lejos a Mauricio en el velorio de Marion, sabiendo que nunca podria hacer nada...

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