sábado, 25 de julio de 2015

Serendipia


La luz de la luna entraba por la ventana que no tenía cortinas. Miró el cuerpo desnudo de ella que dormía plácidamente a su lado sin enterarse de nada. Esta vez él no podía pararse, vestirse y salir silenciosamente del lugar, porque era su propio departamento. Él no tenía esa necesidad de establecer una relación duradera, su autonomía era la única manera que conocía para estar en paz. Había dejado muy atrás esa tediosa tarea de buscar un culpable o algún pretexto que encubriera el hecho de que no conocía mejor forma de estar consigo mismo, mejor forma de existir. Estaba cansado y molesto, no con ella, no con otro, sino con él. ¿Cansado y molesto? ¿De qué? Sentía esa sensación de incomodidad, como cuando buscas una palabra para describir algo y no logras acordarte, como cuando sales de casa y no recuerdas si apagaste el calefón o desenchufaste todo, como cuando estas contando una historia y pierdes el hilo y no vuelves a recordar que es lo que querías terminar de contar. Es algo que sabes que está ahí, latente, esperando, pero no sabes que es.  Se levanto de la cama intentando no despertarla, se vistió y salió a caminar. Cuando ella estaba ahí evitaba fumar en la pieza.
Una vez fuera del condominio camino sin destino, sólo fumando y pensando. Creía ser sincero con él al pensar que su soledad le acomodaba, pero si era cierto, que era eso que le molestaba, como una aguja en su cerebro, tan fina y pequeña, pero que a la vez le molestaba tanto en esos momentos de introspección. El resto del tiempo lograba evadirse. En momentos así le molestaba inmensamente este tema. ¿Sería la mujer que dormia en su cama la que causaba este efecto en él? No, era otra cosa, ella no significaba mucho para él, no más que una satisfacción sexual. Darse cuenta que alguien había invadido su espacio personal podría ser la respuesta. Tal vez el hecho de darse cuenta que su decepción sobre las personas había llegado más lejos de lo que el mismo lograba suponer. Eso era, la molestia había pasado a ser una certeza, recordó cual era la palabra que describía perfectamente lo que pensaba, recordó que no había quedado nada enchufado ni prendido en su departamento, recordó el resto de la historia que estaba contando. La aguja había desaparecido de su cerebro. Aquello que no terminaba de encajar era exactamente lo contrario a lo que el estaba acostumbrado a vivir. Una parte de él quería creer que aún existía una excepción, que aún podía confiar en alguien, aunque muy a su pesar muchas veces no confiara ni en sí mismo.
El frio era terrible, así que decidió volver al departamento. Al dar la vuelta, a lo lejos, pudo distinguir una silueta caminando en su dirección. Distinguió que se trataba de una mujer. Al verla de cerca supo quién era.
- Hola
- Hola, ¿Cómo estás?
- Extrañándote idiota, ¿Y tú?
- Disculpa, pero no puedo decir lo mismo, y a todo esto, ¿A qué viene esa confesión?
- Me cansé, ya no quiero ir por la vida negando lo que quiero o necesito.
- Que coincidencia esta que después de tanto tiempo nos vengamos a encontrar…Quiero pedirte disculpas, te causé daño y no creo que vuelva a encontrar a alguien como tú.
- ¿En serio? ¿Me quieres decir algo?
- Sí, que te agradezco y quiero que sepas que hoy me di cuenta que tú fuiste mi excepción, seguramente la única.
Le dio un beso en la mejilla y siguio su camino hacia su departamento.

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