sábado, 25 de julio de 2015

Llevo años soñando contigo...


Cuando era pendejo tenía esa extraña idea de que había alguien especial para mí. Ese típico pensamiento de que todos estamos prácticamente predestinados a estar con alguien, solo tenemos que esperar el momento exacto, algo así como el cuento de las almas gemelas.  ¿Qué wea mas ridícula, cierto? ¿Cómo cresta se supone que la voy a encontrar entre 7 mil millones de personas? ¿Y si se le ocurrió nacer con mi mismo sexo o en China? Porque supongo que así funciona esto, es azar. No sé, me decepcioné tanto, que mucho tiempo simplemente me dedique a ser putazo, mujer que me coqueteara o que a mí me gustara, teníamos sexo y después cada uno seguía su camino. Me gustaba este sistema, te ahorras montón de problemas y malos ratos y conservas completamente tu tiempo para hacer lo que realmente te gusta. Porque, seamos sinceros, estar en pareja es complejo, y muchas veces haces cosas para dar en el gusto a quien amas. Claro estando enamorado, uno no nota lo que deja de lado por estar con alguien, que en el 90% de las veces no compartirá todos nuestros gustos. ¿Quién necesita eso?, pensaba yo. Por otro lado, compartía, las invitaba a mi departamento, disfrutábamos lo que teníamos que disfrutar y después, que te vaya bien hasta la próxima vez. Más de una vez me paso que alguno de los dos confundía las cosas o, peor aún, buscábamos algo que fuera más estable. Aunque admito que cuando era yo el que sentía algo más, me alejaba automáticamente, no por miedo al compromiso como muchas de mis amigas creen cuando les hablo de esto, sino porque sinceramente me acomodaba esa vida. Entre mi trabajo, mi familia, mis amigos y mis hobbys tenía copado mi tiempo.
Así vivía mi vida de adulto, sin tener demasiados compromisos y usando mayormente mi racionalidad. Hasta que un día vino a mí una vieja amiga, a quien no veía hace años. Llego una noche a visitarme mientras dormía, lo poco que recuerdo de ella al despertar es que tiene aproximadamente mi edad. Es una morena de estatura media, unos 1,60 de estatura. Entretenida y le gusta tan poco como a mí la rutina. Fuimos en un viaje al sur, a los dos nos encanta Valdivia. Paseamos por los bosques, hicimos una fogata y nos sentamos a conversar, como viejos amigos. También me encanta discutir con ella, porque realmente no nos enojamos con el otro, siempre logramos entender que entre nosotros dos no hay ego, no porque decidamos ceder frente al otro para dar la razón y mantener la paz, como sucede en la mayoría de las parejas, sino porque tenemos un sentimiento de complementariedad, no es que lo racionalicemos en un pensamiento y digamos que no queremos ofender al otro, simplemente entendemos intrínsecamente que el otro jamás va a querer dañarnos, nada de lo que digamos o hagamos tiene como fin, directa o indirectamente, herirnos. Nos reímos de todo y nos gusta desafiarnos, no para probar ser mejor o peor, es simplemente porque lo encontramos entretenido.
Desperté con una sonrisa y queriendo poder volver a cerrar los ojos y verte nuevamente. Pero lamentablemente los sueños no funcionan de esa manera. Siempre es un gusto poder despertar aún con tu recuerdo fresco, con esa mirada de niña, esa personalidad maravillosa, con esos esquivos roces, esa sensación de amor y complicidad, tus carcajadas de risa. No tengo ninguna certeza de dónde vienes a mis sueños, tampoco creo en señales celestiales de que algún día te conoceré. Sólo sé que quiero volver a soñarte. Gracias por ayudarme a recordar que no todo es un frío cálculo, ni una vida sin compromisos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario