sábado, 25 de julio de 2015

Montaña rusa


-Nicole, baja. Te estoy esperando.
Mi pololo me avisaba que ya había llegado. En el camino a Paine pensaba en lo afortunada que era, todo lo que quería, lo tenía, me iba a casar con un hombre que se desvivía por mí, pensaba en el vestido, en los preparativos, aunque a veces, solo a veces, extrañaba esa montaña rusa, pero me resignaba a pensar que ya estaba en edad de por fin tener tranquilidad y estabilidad.
Llegamos al cumpleaños. Todo marchaba con normalidad, cuando, a eso de la media noche, mi celular empieza a sonar insistentemente. Otra vez, era Pedro. Pese a que no le contestaba, bastaba con identificar su número llamando en la pantalla de mi teléfono para que mi vida en esos momentos se suspendiera,  cayendo en una especie de laberinto hermético, lleno de emociones y sensaciones, donde no se puede pensar, solo sentir. Volvía a repasar nuestra historia y detenerme en el por qué no resulto. Fue tan bueno al igual que malo, concluía. Algo así es imposible que se mantenga en el tiempo y que nazca algo sano de ello. La montaña rusa sólo sirve para un rato, reflexionaba.
Como no contestaba a sus reiterados llamados,  comenzaba a enviarme mensajes.
-Nico por fa respóndeme, ¿Dónde estás?
Me empecé a poner ansiosa, tomaba una piscola tras otra. Iba mucho al baño para poder ver mi celular sin ser sorprendida.
Daniel me pregunta por qué estaba así, me hablaba y era como hablar al aire
-Nada, estoy cansada. Le respondí
A lo que se percata que mi celular sonaba y me dice enojado.
Es este weon de nuevo,  que te webea.
De manera brusca agarra el celular, devolviéndole el llamado a Pedro.
 Weón para de webear a mi polola y si no sabí weón, la Nico esta de novia.
 Pedro no responde, solo le corta.
Daniel se puso full denso, yo estaba muy copeteada.
Ya, sabí que te voy a dejar.
Mejor, me siento mal. Asentí
Llegamos a mi departamento. Como todos los fines de semana  nos quedábamos juntos, le pregunte si se iba a quedar. Me respondió:
- No, sabi qué, quiero estar tranquilo.
Ni siquiera escuche lo que me decía, no me importo nada. Estaba ansiosa, anhelando estar a solas con mi celular puesto que hace un rato no lo revisaba, no me atreví a volver a sacarlo de mi bolso.
Voy entrando a mi departamento y recibo un mensaje de Pedro:
- Te gusta caleta ese weon, ni siquiera lo hiciste pasar a tu depa jaja.
No alcance a pensar mucho y  me tocan el timbre. Abro y ahí como si nada, estaba él…Pedro. Le hacia el quite desde que terminamos… Creo que le hacia el quite desde que lo conocí. La última vez que lo vi, me lo encontré hace un par de meses, en el mismo lugar que nos presentaron.  En el momento que tuve la certeza que era él, salí a parar el primer taxi. No me sentí preparada para que compartiéramos el mismo lugar.
A penas abrí la puerta, me abraza.
Te extrañaba, mujer.
Pedro suéltame, por favor. Eres un enfermo. Le decía mientras trataba de salirme de entre sus brazos.
Me empieza a tocar la espalda, los brazos, me apretaba hacia él, trataba de oponer resistencia, pero mis esfuerzos eran en vano, ya ni podía escuchar mi voz. Mi cuerpo no obedecía a lo que le ordenaba mi mente. Siento su olor, su piel, nuevamente éramos nosotros. Sin alcanzar a reaccionar y sin hablar ni preguntar que había sido de su vida en todo este tiempo, me plantó un beso, en un segundo me había quitado la polera y en otro, me cargo para llevarme a mi cuarto. Su respiración se aceleraba, me tira a la cama y lo comienzo a sentir, como muchas veces, pero la diferencia era que lo hacía, como que se fuera acabar el mundo, como que no existiera un mañana para los dos. En un momento de lucidez le dije:
- Por fa ocupa condón.
No respondió y lo seguía haciendo cada vez más fuerte. Luego me dio vuelta para hacerlo por atrás.
-¡Pedro, para, me duele!
Tampoco  respondió y siguió con el mismo ritmo y con la misma fuerza. No me escuchaba o no le interesaba escucharme.
Él jadeaba cada vez más fuerte y yo me empezaba a poner cada vez más rígida, sentía mi pulso acelerarse en todo mi cuerpo, comenzaba a tiritar, a lo que volvió a darme vuelta, de frente, mirándome a los ojos, siguió embistiéndome.
 - Por fa termina afuera, avísame weón.
 Una vez mas no me escucho y sentí todo adentro. Él ya no se movía, estaba encima de mí, aún en mi interior, abrazándome hacia él, como si pudiéramos estar aún más juntos. Y yo reincorporándome de a poco, bajando de la montaña rusa, rápidamente pensé en su polola, en mi novio, en mi compromiso y de lo sucia que me sentía con este weón que ni me respetaba, de un momento a otro, comienzo a llorar.
-Nico no llores, me decía mientras me sacaba las lágrimas.
- Pedro quiero que te vayas de mi depto, ándate y no me busques más. Se lo exigía, apartándolo de mí.
-Es que no lo puedo evitar.
- Ándate, te dije que no terminaras adentro. Nunca te importa nada.
- ¡¡Cálmate!! Siempre tan bipolar, con tus weas…
- Ándate weón, me das asco, siempre me haces hacer cosas asquerosas…. ¡Te odio!  Le gritaba mientras al mismo tiempo lo empujaba.
Caigo en cuenta de mi desnudez, quería vestirme,  empiezo a buscar mi ropa y me doy cuenta que desde la puerta de entrada hasta en el living, comedor e incluso en el pasillo, se encontraba tirada. No encontraba nada a la mano. Buscaba mi pijama y la cama estaba toda deshecha. Quería taparme, quería protegerme. Sentía vergüenza.
Pedro se aferra a mí, abrazándome con tal fuerza, que unos segundos no pude respirar, era como que quisiera absorberme o  guardarme, en su cuerpo, para siempre.
- Te amo Nico, no te he podido olvidar.
- Es solo sexo, esto no tiene futuro, mi amor por ti es tan grande como mi odio, en cambio, con Daniel es distinto.
- No menciones el nombre de ese weon frente mío, a ver si ese weon te hace sentir la mitad de las weas que yo te hago sentir, exclama interrumpiéndome abruptamente y tomándome la mandíbula como si quisiera arrancarla de mi cara.
- Pedro, suéltame, weon de mierda. Te odio. ¡Ándate! ¡Ándate! ¡Entiende, me da asco esta wea!  Le grito desesperada, mientras le corro la mano para sobarme el rostro.
Pedro se empieza a vestir y se va, al cerrar la puerta caigo en cuenta que son las 7 am. Intento dormir del mismo modo que trato de auto-convencerme que nada pasó y que todo seguirá igual, sin embargo, mis emociones me vuelven a jugar una mala pasada, estoy de nuevo en ese laberinto hermético de locura y deseo del que creí rehabilitarme hace varios meses atrás. Se me vienen a la mente las imágenes recién acontecidas haciéndome retorcer y llorar.  Nuevamente estoy en la montaña rusa. Siento terror de lo que siento y de que no logro gobernar mis emociones, pero aún más de la bajada, porque cada vez que bajaba era peor que la anterior.
Suena mi celular, es como que me hayan tirado un vaso de agua fría que me hace de golpe volver a la realidad. Un nuevo mensaje de texto:
-Cómo te extrañaba, mujer.

------------------------------------------------------------------

Cuento enviado por una lectora...
A mi gusto, buen cuento que no debia perderse entre hojas sueltas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario